Acaba el verano y…¡¡¡volvemos a empezar!!! Ya está aquí la vuelta al cole
La tranquilidad deja paso a momentos de estrés y es que la vuelta al cole y sobre todo a la rutina afecta no solo a los adultos si no también a los más pequeños de la casa y es precisamente en ellos en los que vamos a centrarnos.
La separación del núcleo familiar cuando dejamos a nuestros hijos en la guardería, por ejemplo, provoca estrés y ansiedad en el niño. Dicho estrés lleva asociado un cuadro de ansiedad que podemos identificar fácilmente:
El síndrome de guardería o lo que es lo mismo, la adaptación al entorno cambiante repercute en el sistema inmunológico pudiendo precipitar la aparición de trastornos de salud en el niño. Existen más de 200 virus capaces de provocar catarros en niños menores de 6 años ya que su sistema inmune es aún inmaduro. Pero ¿qué es la inmunidad? Existen 2 tipos, la innata, aquella con la que nacemos y nuestra primera barrera y la inmunidad adquirida, aquella que va madurando a lo largo de la vida a medida que entramos en contacto con microorganismos patógenos. En este caso, los niños no han estado antes en contacto con patógenos por lo que su inmunidad no ha generado memoria y de ahí la frecuencia en enfermar los primeros años de vida.
Si desde bien pequeños conseguimos una buena estimulación bacteriana del sistema inmune en el intestino, conseguiremos una maduración y desarrollo tempranos que nos ayudará a que en la vuelta al cole por ejemplo, los más pequeños sean más resistentes frente a determinados virus. Esta “experiencia bacteriana” ha disminuido debido a la reducción de partos vaginales (la primera fuente de bacterias para un lactante), la sustitución de la leche materna por fórmulas casi estériles, mayor uso de antibióticos y un medio ambiente cada vez más “limpio”. El saneamiento ambiental y el advenimiento de la pasteurización perpetúan esta disminución de la interacción huésped-microbio. Estos cambios en la microbiota intestinal se asocian a un desarrollo alterado e inadecuado de la respuesta inmune. La respuesta inadecuada del huésped a enfermedades infecciosas y la epidemia de enfermedades inmunológicas no transmisibles (como la alergia) pueden explicarse en buena parte por estos cambios. El consumo oral de ciertos probióticos afecta positivamente a la función de barrera del intestino y de la respuesta inmune. Así, los probióticos constituyen una forma de mejorar la interacción huésped-microbio para el mantenimiento de la salud y para el manejo de un número de enfermedades.
Un alimento funcional es aquel en el que se ha demostrado de forma satisfactoria que posee un efecto beneficioso sobre una o varias funciones específicas del organismo, más allá de los efectos nutricionales. Dichos alimentos deben demostrar sus efectos cuando se consumen en las cantidades habituales de la dieta. Los alimentos funcionales pueden ser alimentos naturales, alimentos a los que se les ha agregado o eliminado un componente por medio de la tecnología alimentaria, alimentos en los que la naturaleza o la biodisponibilidad de uno o más componentes ha sido modificada o cualquier combinación de las posibilidades anteriores. En la infancia, los que mayor interés científico tienen son los probióticos, los prebióticos y los alimentos ricos en ácidos grasos como el omega 3.
Los alimentos supuestamente funcionales dirigidos a la infancia vendidos en España son:
Pero en los próximos años asistiremos a más alimentos:
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