Existen opiniones encontradas con respecto al uso de este clásico utensilio infantil ya que ofrece tanto ventajas como desventajas para el pequeño.
¿Sabíais que existen evidencias del uso de chupetes o elementos de similar función ya desde el Neolítico para ayudar a calmar a los bebés? En aquella época se utilizaban telas que envolvían algún alimento y, con ello, se pretendía estimular la succión del bebé, ayudar a coordinarla y anticipar el uso de la alimentación complementaria cuando todavía no podían tomar productos sólidos.
Pero ¿realmente es beneficioso a todos los niveles el chupete en bebés? Hay opiniones encontradas al respecto, ya que existen casi tantas desventajas como ventajas.
En primer lugar, existen estudios que sugieren que puede reducir la incidencia de la muerte súbita. Según la Academia Americana de Pediatría, ayuda a desarrollar los mecanismos cerebrales que controlan el desarrollo de las vías respiratorias superiores, lo que supondría una reducción del riesgo de que aparezca este síndrome en un 90%. Aunque también puede interferir y dificultar la lactancia materna, porque el bebé reduce la succión del pecho, y el destete puede ser precoz.
Por otro lado, a nivel psicológico, como complemento al contacto con los padres, puede servir como un refugio a los malestares que sufre el pequeño desde la llegada al mundo. Y si se retira demasiado pronto cuando ya está acostumbrado a él, puede suponer en el bebé desórdenes de estrés y frustración por no poder succionar.
También puede favorecer las otitis de repetición y entorpecer la correcta formación del arco dental a partir de los tres o cuatro años. Este último consejo introduce una nueva cuestión: ¿hasta cuándo deberían usarlo? Lo natural es hasta los 24 o los 36 meses, pero se puede alargar un poco más sin que ello revele un problema de fondo o de futuro. Eso sí: de manera moderada, ya que, de otro modo, puede dificultar el desarrollo normal del aparato fonador.
Pero también existen otros asuntos que hacen plantearse o no el uso del chupete en bebés. Unas a favor como que…
- Puede ayudar a los prematuros a mejorar el reflejo de succión si han sido alimentados con sonda.
- Reduce el riesgo de que en el futuro el bebé sufra caries en los dientes.
- Ayuda a ir espaciando las tomas lactares.
Otras en contra. Por ejemplo, que…
- Puede producir laceraciones en la mucosa bucal, deformaciones del paladar y ralentización en el crecimiento de los maxilares, aunque se corrigen (sobre todo, las dos últimas) de forma espontánea con la retirada del chupete.
- Puede causar maloclusiones dentarias y el crecimiento de los dientes delanteros fuera de su posición natural, lo que podría requerir una futura ortodoncia.
- Puede provocar alteraciones en el habla producidas por deformaciones en la cavidad oral.
- Hace que el bebé trague más aire y, por tanto, pueda acumular más gases en el intestino, que no sabe expulsar y que intensifican las molestias causadas por el cólico.
- Puede incrementar infecciones como la candidiasis oral.
En vuestro tejado queda valorar la utilización o no de esta herramienta infantil tan tradicional, aunque es recomendable consultar al pediatra antes de tomar cualquier tipo de decisión al respecto.
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