La barba forma parte de la estética de un hombre y, por lo tanto, se merece ser cuidada e hidratada tanto o más que el cabello o la piel.
La barba es signo de buena salud. Al menos esto es lo que se desprende de un estudio publicado en la revista Science por un equipo de biólogos evolucionistas. Una asociación positiva con un importante componente histórico al considerarse el vello facial un foco muy atractivo para parásitos e infecciones que, en consecuencia, aportaba un aspecto fuerte respecto al sistema inmunológico al hombre que la portaba.
Pero lo cierto es que investigadores de medio mundo se han preocupado desde hace años por valorar el sendero saludable de la barba y han determinado que, entre otros beneficios, protege la piel de los rayos ultravioleta, que pueden provocar cáncer, en un 90%. No obstante, “siempre será recomendable usar una crema con protección solar para evitar sorpresas al afeitarse”, como aconseja Javier Otero (@rayasycuadros), bloguero de life style en Rayas y Cuadros.
Otros han concluido que reduce los síntomas del asma, ya que retiene las partículas de polen o el polvo, con lo que se evita la entrada a las vías respiratorias; que ayuda a que la piel se mantenga hidratada porque retiene el líquido y la protege del viento; que eleva la temperatura corporal, por lo que protege al cuerpo de afecciones respiratorias como la gripe y la tos, y que evita las cortaduras y el desarrollo de la foliculitis causada, en muchas ocasiones, por el rasurado.
Entre la estética y la alta alcurnia
Pero a lo largo de los últimos siglos, la barba también ha sido víctima de prejuicios sociales a partir de dos tendencias totalmente específicas y diferenciadas. En algunas culturas a quienes la han llevado se les ha atribuido la sabiduría, un estatus social alto o, incluso, la vigorosidad sexual
Sin embargo, en otras épocas y lugares, se las ha relacionado con una falta de higiene o de refinamiento, señalando a mendigos, a personas de muy bajo nivel adquisitivo que no tenían dinero para acudir al barbero y, ya entrados en los años 60 del siglo XX, a los clásicos hippies, y con una disposición a la excentricidad representada, entre otros, por artistas, bohemios y algunos científicos del pasado.
La clave siempre se ha encontrado en el cuidado de la barba y en su lavado para mantenerla (y, con ello, nuestra piel facial) saludable y fuera del ataque de bacterias, y poder separar entre la dejadez o el rechazo al afeitado y la pretendida estética.
Arturo Gil(@arthurgilbordes), bloguero de belleza masculina en The Adonis Lab, recomienda para esta tarea el uso de champús específicos, cremas especiales para vello facial que mantienen el cutis hidratado y sérum para suavizarla. Javier Otero, de Rayas y Cuadros, va más allá y aconseja el uso de aceites específicos de barbería o de centro estético que ayudan a que la barba luzca “sana y reluciente”, según opina.
Barba limpia en cuatro pasos
La correcta limpieza del vello facial es esencial para que éste se vea en perfectas condiciones y para que no se produzca el llamado ‘efecto caspa’ cuando no exfoliamos la piel con el afeitado y dejamos que el pelo crezca, o incluso molestias o picor. Para lograrlo podemos seguir, a partir de los productos que hemos mencionado, unos sencillos pasos:
- Empezar con un champú específico para la barba (el cuero cabelludo tiene un pH diferente al del resto de la piel, incluida la facial, por lo que no podemos utilizar el de la cabeza), lavar y enjuagar para que con los restos de jabón no se irrite el cutis. Esta acción se puede realizar en la bañera.
- Al salir de la ducha, debemos secarla bien con una toalla, ya que la humedad puede convertirla en un foco de bacterias. También podemos ayudarnos de un secador a temperatura media si el pelo es muy largo.
- Para proporcionarle una buena forma conviene peinarla con un peine de esqueleto al tiempo que la secamos. En el caso del bigote, se debe hacer hacia abajo y cortar con tijeras el pelo sobrante de la comisura del labio.
- Por último, podemos aplicar tónico, sérum o aceite de barba, que hidratan y dan brillo y buen olor. ¡Y listos para comernos el mundo!
Fotos: Emerson_messon, Claudio Meggio y IRPC
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