Los niños necesitan seguir una dieta equilibrada y variada, rica en vitaminas, minerales, proteínas e hidratos de carbono, que les ayude en su crecimiento y en su desarrollo intelectual.
En el ámbito de la alimentación, existen dos tipos de padres/madres: los que les dicen a sus hijos “hasta que no te comas lo del plato no te levantas de la mesa”, pero que al final acaban sucumbiendo a las lágrimas, enfados y gritos pueriles, tiran la toalla y preparan un menú B, y los que convierten la hora de la comida en un momento de aprendizaje, de motivación y diversión sobre lo que van a comer y por qué deben hacerlo sin poner pegas. Es decir, que les transmiten una buena educación nutricional.
Siempre que una situación económica delicada no sea un impedimento y que se sepa vestir la comida de manera que sea atractiva y tenga un buen sabor que los pequeños reconozcan entre sus preferencias gustativas, es importante que lleven una alimentación “equilibrada y muy variada, sin eliminar ningún grupo de alimentos”, como indica la nutricionistaElisa Escorihuela(@eliescorihuela), que recomienda aumentar el consumo de productos ricos en vitamina C, sobre frutas y verduras (5 al día), que también tienen otras muchas propiedades “ideales para el correcto funcionamiento del organismo” y de su adecuado crecimiento.
Eso sí, teniendo en cuenta su edad, su tamaño y su apetito, ya que esa filosofía atávica basada en que el menor debe comer mucho y que si está ‘gordito’ es mejor, no es acertada.
Por otro lado, en unos días de frío y cambios climatológicos como los que vivimos, en los que los resfriados y las gripes les afectan más que a cualquier otro grupo social, la alimentación saludable se hace crucial como freno a enfermedades y a malestares generalizados. Y siempre desde la autoridad y la pedagogía, para que el propio niño acabe adquiriendo esos buenos hábitos y no se conviertan en una imposición diaria.
¿Y qué debe contener ese plato saludable de nuestro pequeño? Un 25% deben ser productos ricos en hidratos de carbono (pan, pasta, patata y arroz); un 35%, frutas y verduras, llenas de vitaminas, minerales y fibra; un 12-15% se debe reservar a los alimentos proteicos (carnes, pescados, huevos, jamón, legumbres, lentejas, judías y garbanzos), y el resto correspondería a la grasa, el aceite con el que condimentamos los menús o los frutos secos.
Esta época del año es buena para descubrir a los niños un alimento ideal para su crecimiento y para su desarrollo intelectual. Hablamos del brócoli, una ‘súper verdura’ rica en vitaminas A y C que, además, es un “potente antioxidante”, según la nutricionista Escorihuela, que les ayuda a prevenir enfermedades tan infecciosas como la anemia. Esta crucífera también destaca por su alto contenido en calcio, perfecto para una correcta mineralización ósea, tan importante en esta etapa de la vida.
Y siempre que el médico de cabecera lo recomiende, la parafarmacia ofrece un amplio surtido de refuerzos nutricionales infantiles que ayudan en el crecimiento (Neo Peques), complementan sus necesidades vitamínicas (ArkoBiotics Niños) y promueven su apetito (Arkoreal Apetit).
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